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Mojarse evaluando

Cormac al cerrar la sesión tocó uno de los temas más relevantes y complicados en cualquier equipo humano, familia u organización: ¿cómo evaluar correctamente?

Si no hay espíritu crítico y hábitos de ofrecer crítica constructiva sincera, es muy complicado que una organización y sus miembros se desarrollen y progresen. Al mismo tiempo, un sistema excesivamente inquisitivo y duro en la evaluación, puede tener como consecuencia la inhibición de las potencialidades de la persona y su frustración y desistimiento. Se trata de un equilibrio muy complejo.

Me gustaría destacar dos tipos de elementos dentro del contenido de cualquier proceso de feedback:

 

  1. Por un lado existen factores más técnicos que son relativamente objetivables; perfecto, éstos son los más sencillos de tratar… cuántas veces ha utilizado una muletilla el orador… ¿miraba al público la persona mientras hablaba?...etc..
  2. Por otro lado existen elementos a evaluar que son mucho más subjetivos y vinculados a las percepciones de cada uno…. Y por lo tanto mucho más delicados. Por ejemplo: ¿ha resultado entretenido o interesante el discurso?, ¿consideramos que es un buen orador? Éstas son conclusiones esenciales que todos sacamos de cada discurso y que dependen tanto de la actuación del evaluado, como del evaluador y su percepción de la realidad.

Muchas veces pasamos de puntillas por estos elementos, porque efectivamente es muy fácil meter la pata transmitiendo una opinión que es demasiado personal, o porque tenemos miedo de ofender o desanimar al evaluado. Pero al mismo tiempo, curiosamente, estas opiniones subjetivas acostumbran a tener mucho más valor en las situaciones del mundo real que si la persona dice más o menos "ah's " por frase….

Entonces, si realmente estos elementos son tan importantes ¿no es una insensatez dejarlos en el tintero por miedo? ¿De qué manera, como evaluadores, podemos navegar en esta tierra de nadie sin meter la pata y consiguiendo que la persona integre el feedback subjetivo de forma constructiva?

No tengo muy clara cuál es la solución; sin embargo, sí soy consciente de un elemento que actúa como "lubricante" clave en el proceso: los afectos en la relación evaluador – evaluado.

La hipótesis subyacente es que cuanto mejor sea el vínculo afectivo entre ambos, cuanto más sienta el evaluado que el evaluador quiere sinceramente su mejora, mayor probabilidad de éxito tendrá el proceso y más se podrá profundizar en los elementos "subjetivos/delicados".

Pero… ¿qué pasa cuando las personas no tienen relación previa? Pues que el tema se complica y pasan a tener mucha importancia las formas y el tono de la evaluación ya que es la única experiencia afectiva que existe entre ambos.

En fin…sin ánimo de robaros más tiempo, espero que estas pequeñas reflexiones nos sirvan de aperitivo de cara a la próxima sesión sobre Evaluaciones y feedback que nos prometió nuestro VP de Educación Robert Ferrer.